En los últimos años,
uno de los titulares habituales sobre las grandes corporaciones internacionales
es el de que están planeando unas nuevas y grandiosas oficinas. El arquitecto
encargado, el número de metros cuadrados que ocuparán? Todas esas ideas se acaban
comentando, compartiendo y haciendo noticia, incluso en los medios de
comunicación en los que esas noticias habitualmente no son noticia. Las grandes
oficinas de las grandes marcas se han convertido en material de actualidad para
los medios generalistas y no hay que ir a un medio de arquitectura o a uno
especializado en diseño para encontrarse contenidos sobre los nuevos cuarteles
generales de Google o Apple.
¿Qué es lo que hace que estos proyectos se conviertan en
tema de conversación y de interés generalizado? Para empezar, uno de los
elementos que marca la diferencia es el hecho de que estas grandes marcas
tengan una presencia global y tan importante. Las marcas de las que se suele
hablar durante todo el tiempo y los cuarteles generales que se suelen despiezar
en todo momento son los de firmas de gran calado, con una influencia brutal en
la vida de las personas. Apple o Google son algunas de las empresas más valoradas
del mundo y unas de que las que mueven mayores cantidades de dinero.
Las oficinas
brutales, esas megaconstrucciones que ocupan terrenos que solo se pueden
traducir en campos de fútbol (la medida a la que se echa mano cuando se quiere
hablar de todas esas cosas que son demasiado grandes), sirven para confirmar al
mundo lo bien que les van. Son más eficaces a la hora de transmitir el mensaje
de forma rápida y precisa que un buen análisis de algún analista financiero.
Igualmente, los consumidores sienten interés por estas marcas y quieren saber
qué es lo que se esconde entre sus paredes. Ver sus oficinas es una manera más
de sentir más próxima a la compañía multinacional de turno.
Pero además para las propias firmas este movimiento es una manera de mostrar al
mundo no solo quienes son sino también su poderío. Todas esas gigantescas
oficinas, todas esas megaciudades en las que trabajan cientos de miles de
empleados de estas firmas y que ocupan miles y miles de metros cuadrados, no
son solo un elemento utilitario. Son una carta de presentación al mundo. Poco
importa que estén en un rincón de Estados Unidos o que sean el centro
neurálgico en Europa de ese gigante. Las grandes marcas apostarán por hacer
algo impresionante, algo que quite el aliento, algo que sea especial y que los
diferencie del resto.
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